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La mudita
Sergio Misuraca. La letra teatro. 13/04/2022

 

 

Y una vez más los muertos revivirán, la memoria quedará intacta y aquello que quedó en el ADN familiar saldrá a luz para gritar y darle voz a la Tía abuela de Irina Alonso, Inés Bianco, para todos, la mudita. La misión de la actriz y autora de la obra es resignificar su historia familiar y utilizar el escenario, ya no como un recurso catártico, sino como un espacio que permita registrar y revelar aquello que el tiempo, a veces cruel y despiadado, se encarga de borrar en una polvareda de recuerdos que se van disipando. Ya vimos esta intención en “Papá Bianco y los Alonso” y ahora tenemos la oportunidad de conocer a otra integrante de la familia, que no era actriz, que no era parte del clan, pero que vivió un hecho violento por parte de su marido, como tantas veces sucedía en aquella época, en sus diversos formatos de violencia, y como sigue sucediendo hoy, cuando seguimos luchando por esas voces de tantas mujeres que siguen calladas por un sistema patriarcal que las asfixia. Es 14 de julio de 1975, para Inés no es una fecha cualquiera. Por alguna razón no ha podido abrir a tiempo su peluquería y está demorada en dejar todo listo para el ingreso de sus clientas. Inés trata de ordenar el espacio para ordenarse. Quizá logre pensar “en cosas lindas”. Quizá pueda concentrarse en lo superficial, como un peinado que permite guardar las apariencias. Pero no, porque aún lo externo tiene la intención de esconder lo interno, y cuando nos damos cuenta de ello, comenzamos a “caer y caer en un pozo profundo que parece no terminar”. Inés caerá una vez más, y los recuerdos la envolverán en un torbellino de emociones de los cuales no puede escapar y así como ella refiere “no podemos matar a un bichito tan inocente” tampoco tenemos derecho a obrar sobre el destino de nadie, más cuando ese destino fue violentamente cambiado, sólo habrán quedado cicatrices que se abren para no cerrar. La puesta en escena en el Celcit mantiene la estética de los ´70, transportándonos en tiempo y espacio a los colores, formas y lenguajes de la época. La dramaturgia milimétricamente diseñada, permite narrar una historia del pasado con una hermeneútica que no dista del presente. Esto está muy marcado en la escena en la que Inés lee las revistas y todos los temas de actualidad rondan en el rol doméstico y superficial de la mujer, que actualmente, habiendo avanzado tanto en materia de derechos, sigue estando vigente, mutado en otras formas.  Inés, la mudita, no sabe en quién se ha convertido gracias al texto de su sobrina nieta, Inés representa la voz de aquellas mujeres que tienen que salir a sobrevivir a pesar de la opresión del hombre. Irina Alonso moviliza. Navega entre el humor y el drama como sólo las grandes actrices pueden hacer, apropiándose del texto y revelando el mundo interior y el subtexto del personaje, interpelándonos hasta las lágrimas. Inés, la mudita, es una obra para reflexionar, aplaudir de pie y no dejar que nadie calle, nunca más.

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